top of page
Buscar

"PARA CANTAR LAS CANCIONES DEL PUEBLO HAY QUE ESTAR CON EL PUEBLO"


Nuestra misión histórica, para nosotros que hemos tomado la decisión de romper las riendas del colonialismo, es ordenar todas las rebeldías, todos los actos desesperados, todas las tentativas abortadas o ahogadas en sangre.

El pensamiento de Fanon sigue siendo fundamental para entender y plantear las luchas de liberación coloniales alrededor del mundo. Por eso, en este número dedicado a las resistencias de los pueblos, quisimos incluir en nuestra sección de textos teóricos clásicos, un fragmento de su reflexión acerca de la necesidad de reunir el estudio del pasado de las culturas con la acción y la revuelta.



Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla. En los países subdesarrollados, las generaciones anteriores han resistido a la labor de erosión realizada por el colonialismo y, al mismo tiempo, han preparado la maduración de las luchas actuales. Hay que abandonar la costumbre, ahora que estamos en el corazón del combate, de reducir al mínimo la acción de nuestros padres o fingir incomprensión frente a su silencio o su pasividad. Ellos lucharon como pudieron, con las armas que poseían entonces y si los ecos de su lucha no repercutieron en la arena internacional hay que ver la razón menos en la falta de heroísmo que en una situación internacional fundamentalmente diferente. Fue necesario que más de un colonizado dijera «esto ya no puede durar», que más de una tribu se rebelara, que más de una sublevación campesina fuera aplastada, que más de una manifestación fuera reprimida para que ahora podamos sostenernos con esta certidumbre de victoria. Nuestra misión histórica, para nosotros que hemos tomado la decisión de romper las riendas del colonialismo, es ordenar todas las rebeldías, todos los actos desesperados, todas las tentativas abortadas o ahogadas en sangre.

[…..] Acepto que, en el plano de la existencia, el hecho de que haya existido una civilización azteca no cambia en gran cosa el régimen alimenticio del campesino mexicano de hoy. Acepto que todas las pruebas que podrían darse de la existencia de una prodigiosa civilización songai no cambian por el hecho que los songais de hoy estén subalimentados, analfabetos, huérfanos entre el cielo y el agua, con la cabeza vacía, con los ojos vacíos. Pero, ya lo hemos dicho varias veces, esta búsqueda apasionada de una cultura nacional más allá de la etapa colonial se legitima por la preocupación que comparten los intelectuales colonizados de fijar distancias en relación con la cultura occidental en la que corren el peligro de sumergirse. Porque comprenden que están a punto de perderse, de perderse para su pueblo, esos hombres, con rabia en el corazón y el cerebro enloquecido, se afanan por restablecer el contacto con la savia más antigua, la más anticolonial de su pueblo.


Aun entonces no podría haber identidad absoluta porque el ritmo del pueblo y el de los dirigentes no son uniformes. No podría haber culturas rigurosamente idénticas. Imaginar que se va a hacer una cultura negra es olvidar singularmente que los negros están en vías de desaparecer, puesto que aquellos que los han creado están contemplando la disolución de su supremacía económica y cultural.

[……] La responsabilidad del hombre de cultura colonizado no es una responsabilidad frente a la cultura nacional, sino una responsabilidad global frente a la nación como un todo, de la que la cultura no es, en definitiva, sino un aspecto. El hombre de cultura colonizada no debe preocuparse por escoger el nivel de su lucha, el sector donde decide dar la lucha nacional. Luchar por la cultura nacional es, en primer lugar, luchar por la liberación de la nación, matriz material a partir de la cual resulta posible la cultura. No hay un combate cultural que se desarrolle paralelamente a la lucha popular. Por ejemplo, todos esos hombres y mujeres que luchan con los puños desnudos contra el colonialismo francés en Argelia no son ajenos a la cultura nacional argelina. La cultura nacional argelina cobra cuerpo y consistencia en el curso de esos combates, en la cárcel, frente a la guillotina, en los puestos militares franceses sitiados y destruidos. No hay que contentarse, pues, con rastrear en el pasado del pueblo para encontrar elementos de coherencia que enfrentar al trabajo que realiza el colonialismo de falsificación y de peyoración. Hay que trabajar, luchar con el mismo ritmo que el pueblo para precisar el futuro, preparar el terreno donde ya crecen retoños vigorosos. La cultura nacional no es el folklore donde un populismo abstracto ha creído descubrir la verdad del pueblo. No es esa masa sedimentada de gestos puros, es decir, cada vez menos atribuibles a la realidad presente del pueblo. La cultura nacional es el conjunto de esfuerzos hechos por un pueblo en el plano del pensamiento para describir, justificar y cantar la acción a través de la cual el pueblo se ha constituido y mantenido. La cultura nacional, en los países subdesarrollados, debe situarse, pues, en el centro mismo de la lucha de liberación que realizan esos países. Los hombres de cultura africanos que luchan todavía en nombre de la cultura negro-africana, que han multiplicado los congresos en nombre de la unidad de esa cultura, deben comprender ahora que su actividad se ha reducido a examinar piezas o comparar sarcófagos.

No hay comunidad de destino de las culturas nacionales senegalesa y guineana, sino comunidad de destino de las naciones guineana y senegalesa dominadas por el mismo colonialismo francés. Si se quiere que la cultura nacional senegalesa se parezca a la cultura nacional guineana, no basta que los dirigentes de los dos pueblos decidan plantear los problemas en perspectivas parecidas: problema de la liberación, problemas sindicales, problemas económicos. Aun entonces no podría haber identidad absoluta porque el ritmo del pueblo y el de los dirigentes no son uniformes. No podría haber culturas rigurosamente idénticas. Imaginar que se va a hacer una cultura negra es olvidar singularmente que los negros están en vías de desaparecer, puesto que aquellos que los han creado están contemplando la disolución de su supremacía económica y cultural. No habrá cultura negra porque ningún político piensa tener vocación para dar origen a repúblicas negras. El problema está en saber el sitio que esos hombres piensan reservar a su pueblo, el tipo de relaciones sociales que decidan instaurar, la concepción que tienen del futuro de la humanidad. Eso es lo que cuenta. Todo lo demás es literatura y mixtificación.

[...] La cultura negro-africana se condensa en torno a la lucha de los pueblos y no en torno a los cantos, los poemas o el folklore; Senghor, que es igualmente miembro de la Sociedad Africana de Cultura y que ha trabajado con nosotros en torno a esta cuestión de la cultura africana, no vaciló tampoco en ordenar a su delegación que apoyara las tesis franceses sobre Argelia. La adhesión a la cultura negro-africana, a la unidad cultural de África exige primero un apoyo incondicional a la lucha de liberación de los pueblos. No puede desearse el esplendor de la cultura africana, si no se contribuye concretamente a la existencia de las condiciones para esa cultura, es decir, a la liberación del Continente.



Fuente:.

Fanon, Frantz, Los condenados de la tierra. 2011, Matxingune taldea, pp. 59-69.


51 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
letras de revista2.png
bottom of page