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UNA NARANJA MADURA EN FORMA DE CORAZÓN: DE LA VENDIMIA AL AMOR NO CORRESPONDIDO EN GOROSTIZA

Actualizado: 3 jun 2018

Ximena Gómez Goyzueta

Universidad Autónoma de Aguascalientes




Naranja Madura. María Paula Hinojosa



El mundo del poema puede abrirse por distintos caminos al lector, al oyente. Uno, el propuesto aquí para dicha canción, es a través de un yo poético que ofrece a los presentes en su primera estrofa una jugosa fruta, “una naranja madura”.

Al sonido de las vendimias de los mercados o de calle en calle, entramos en comunicación instantánea con el clamor de una voz enunciativa que nos llama cantando: “¿Quién me compra una naranja?”. El espacio, ¿el mercado?, ¿la plaza pública?, ¿las calles?, ¿quizás un muelle? Este último es posible, pues se trata de una de las Canciones para cantar en las barcas de José Gorostiza (1918). ¿Cómo saberlo, cómo interpretarlo?

El mundo del poema puede abrirse por distintos caminos al lector, al oyente. Uno, el propuesto aquí para dicha canción, es a través de un yo poético que ofrece a los presentes en su primera estrofa una jugosa fruta, “una naranja madura”. Por esta entrada, tenemos ya una situación comunicacional rica: un yo que interpela a sus oyentes con una intención, vender, focalizada en un objeto de la naturaleza, un fruto, que además está maduro. La intención, vender, más allá del trueque, adquiere un sentido explícito en los dos primeros versos: “¿Quién me compra una naranja / para mi consolación?”. Así, comenzamos a sospechar que no se trata de cualquier naranja, su venta consolará al cantor, quien la describe “en forma de corazón”. Además, lo que puede provocar placer y alegría, una naranja madura, pareciera provocar tristeza, pues al venderla, es decir, al deshacerse de ella, el yo poético se consolará. El espacio de la canción pudiera ser un muelle, el cual aparecería ya en la segunda estrofa como parte de un mundo que ha sido vivido por la voz poética antes de la venta de la naranja, y como el posible causante de la intensión del cantor, el mar:


La sal del mar en los labios

¡ay de mí!

la sal del mar en las venas

y en los labios recogí.




Y pues nadie me lo pide, ya no tengo corazón. ¿Quién me compra una naranja para mi consolación?


En este poema, tenemos un yo que canta y suena dolorido, una naranja en forma de corazón, la sal del mar, unas venas, unos labios, sangre, unas barcas perdidas, unas nubes extraviadas. ¿Cómo podemos entender los vínculos entre estos elementos? A través de una relación simbólica, que podemos advertir, observa Guillermo Sheridan para este poema, en cómo Gorostiza “aprovecha, sin caer en la abundancia foklórica, el tono de los antiguos cantos populares castellanos” (212). Leamos la canción completa:


¿Quién me compra una naranja

para mi consolación?

Una naranja madura

en forma de corazón.

La sal del mar en los labios

¡ay de mí!

la sal del mar en las venas

y en los labios recogí.

Nadie me diera los suyos

para besar.

La blanda espiga de un beso

yo no la puedo segar.

Nadie pidiera mi sangre

para beber.

Yo mismo no sé si corre

o si deja de correr.

Como se pierden las barcas

¡ay de mí!

como se pierden las nubes

y las barcas, me perdí.

Y pues nadie me lo pide,

ya no tengo corazón.

¿Quién me compra una naranja

para mi consolación? (213)


Para Margit Frenk, los símbolos son imágenes, casi siempre imágenes visuales, que transmiten un significado. Cuando sabemos que determinada imagen visual en una canción antigua es símbolo, ya no podemos verla únicamente como imagen visual, sino como una imagen que contiene algo más, que encarna un significado. Este significado no puede formularse por sí solo, puesto que se funde con la imagen que le da cuerpo. […] Por eso, no podemos realmente explicar ―o sólo podemos explicar aproximadamente― lo que significa un símbolo (334).



En estas canciones hay una asociación constante entre la vida natural y el ser humano a través de “la vida erótica y la fecundidad humanas. Del mismo modo, siempre que nos topemos con árboles, hierbas, flores, frutos, aves y otros animales, podemos estar casi seguros de que funcionan como símbolos” (331).


Esta perspectiva es propuesta por Frenk a propósito de los símbolos arquetípicos de las antiguas canciones populares europeas, en las que, señala, “no hay, por lo visto, aspecto de la vida natural que aparezca exclusivamente como tal” (331). En estas canciones hay una asociación constante entre la vida natural y el ser humano a través de “la vida erótica y la fecundidad humanas. Del mismo modo, siempre que nos topemos con árboles, hierbas, flores, frutos, aves y otros animales, podemos estar casi seguros de que funcionan como símbolos” (331).

Si atendemos a la presencia de la tradición de estas canciones en el poema de Gorostiza, como apunta Sheridan, es innegable que la comparación entre la naranja madura y el corazón, que a su vez nos proporciona una imagen, tiene un significado, es decir, funciona simbólicamente y se relaciona simbólicamente también con los otros elementos que configuran el mundo del poema.

¿Cómo encontramos esta relación? Chevalier, en su Diccionario de símbolos, nos dice que, “como todos los frutos de numerosas pepitas, la naranja es símbolo de fertilidad” (741). La asociación salta a la vista: la naranja madura que dice vender el cantor, reclama, con su forma de corazón, un amor nuevo; pues aquello que hizo madurar ese corazón, lo hizo con sal de mar, con sangre y venas, con barcas y nubes extraviadas, desorientadas: “La sal de la mar en los labios / ¡ay de mí! / la sal del mar en las venas /y en los labios recogí”. Las estrofas siguientes nos cuentan la historia. Hay aquí un corazón que se preparó para entregarse y a cambio sólo recibió la amargura de un desprecio y dolor, el dolor de una ausencia: “Nadie pidiera mi sangre para beber”. La ausencia que dejó un amor listo para entregarse y no pudo hacerlo, se refleja en la entrega frustrada del yo poético a un ser amado que no aceptó el corazón ofrendado para que se consumara el amor. Esto parece expresarse en un “él/ella” que no corresponde y se ausenta con acciones que nunca llegaron a ser: “Nadie me diera”, “Nadie pidiera”.

El espacio del pasado de ese amor es el del mar, la playa, la arena, el cielo y el mar que pierden a los marinos y a las nubes en su inmensidad. En ese pasado, tal cual, la voz poética se ha extraviado en un amor. El mar como “símbolo de la dinámica de la vida”, arrastra a “todo aquello que sale y vuelve a él”; así también el agua del mar en movimiento como símbolo una situación de incertidumbre, de ambigüedad, incierta (Chevalier, 1986: 689), refleja en el poema la desorientación a la que el yo poético fue sometido por causa de un amor no correspondido: “Como se pierden las barcas / ¡ay de mí! / como se pierden las nubes / y las barcas, me perdí”.



En un contexto erótico, el mar y el agua simbolizan un espacio fértil para la unión erótica. Pero ese corazón vigorosamente maduro, listo, recibió la sal del mar, amargura.


El yo poético parece cantarnos la historia de cómo se dispuso a un amor, al que le ofreció su corazón: “Y pues nadie me lo pide, / ya no tengo corazón. / ¿Quién me compra una naranja / para mi consolación?”. Con esta última estrofa, sabemos que ese corazón estaba listo para amar y ser amado, para ser entregado; es decir, maduro como una naranja jugosa, pero que nadie probó. En un contexto erótico, el mar y el agua simbolizan un espacio fértil para la unión erótica. Pero ese corazón vigorosamente maduro, listo, recibió la sal del mar, amargura.

Así, pues, la naranja madura como símbolo de fertilidad, de vida, mediante su relación simbólica con un corazón que no ha sido correspondido en el ritual amoroso, busca, en su madurez, olvidar su experiencia amorosa, vendiendo una naranja madura para poder consolarse. Terminemos regresando al inicio: el tono alegre del título de esta canción, que nos traslada al espacio abundante del mercado, lleno de colores, olores, voces y gentes, de pronto es íntimo, escuchado al son de un canto susurrado de algún marinero nostálgico, en un probable muelle que se llena de un tono de tristeza, lejanía y memoria que se simboliza todo en:


Una naranja madura

en forma de corazón.



Naufragar. María Paula Hinojosa

BIBLIOGRAFÍA


-Cuesta, Jorge, Antología de la poesía mexicana contemporánea. Presentación de Guillermo Sheridan. México, Fondo de Cultura Económica, 1985.

-Chevalier, Jean, Diccionario de símbolos. Barcelona, Herder, 1986.

-Frenk, Margit, “Símbolos naturales en las viejas canciones populares hispánicas”, en Poesía popular hispánica. 44 estudios. México, Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 329-352.








  • Ximena Gómez Goyzueta se doctoró en Letras Españolas en la UNAM con la tesis “Teatralidad y metateatralidad en La Dorotea de Lope de Vega”. Es profesora del departamento de Letras en el Centro de las Artes y la Cultura de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Sus líneas de investigación giran en torno a los estudios sobre La Celestina y La Dorotea, el teatro español de los Siglos de Oro, el teatro en lengua española y la teoría teatral. Contacto: ximenaggoizueta@gmail.com

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